Si el pelotudo que tuvieras caminando delante tuyo en horario laboral o similar parase abruptamente para mirar alguna minucia en una vidriera, o similar, tendrías todo el derecho y el amparo de la ley para desfigurarle la cara o romperle una (y sólo una) pierna.
Introducir en su cuerpo, de la manera y por el lugar que mejor corresponda el producto observado es no sólo posible, sino recomendable.
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